Según vamos dominando el esmaltado, es imprescindible contar con un muestrario en que podamos ver cuál va a ser el resultado final sobre nuestra pieza; recordad que el color de un esmalte no tiene nada que ver como lo vemos en el bote respecto a cómo va a a quedar una vez cocido. Aquí tenemos un magnífico ejemplo para empezar una buena biblioteca de esmaltes; sobre planchas finas de los distintos barros recortamos plaquitas, y las guardamos bizcochadas. Cada vez que utilicemos un esmalte comercial, preparamos una muestra en barro rojo, mimbre y PM, para ver la diferencia en los distintos barros, y por la parte de atrás apuntamos el nombre con el lápiz cerámico. El agujero nos permite pasar una cuerda e ir juntándolas según vayan saliendo. Así, en futuras piezas podremos decidir qué acabado aplicar sin temor a equivocarnos.